Mal que bien constituye ese esperado retorno de un poeta en el que la versatilidad métrica y la frescura de los versos se combinan con el humor, la inesperada hondura, el cuidado coloquialismo, la elegante ironía, la emoción sostenida y la incansable vuelta a sus maestros clásicos y contemporáneos, siempre con la intención de mantener viva una amena conversación, a la que el lector atento es invitado.