TREINTA AÑOS CONTANDO HISTORIAS
Conté mi primera historia ante un público en una biblioteca cuando tenía diez
años. Cobré mi primer sueldo narrando historias cuando tenía diecisiete. Me dí de alta
en la seguridad social para poder seguir contando profesionalmente cuando tenía
veintiuno. Ahora tengo cuarenta y ocho y son innumerables los festivales, las ferias,
las programaciones, las sesiones y los cuentos donde se ha oído mi voz. Y son
innumerables los oídos y los ojos que me han escuchado.
Además, ahora, voy donde me llaman con mis propias historias plasmadas en
libros que se traducen y editan en otros países, en otros idiomas, como en Brasil,
Polonia, Letonia, Corea, China, Taiwán, Italia o Francia. Porque las historias, a veces,
viajan solas. Ya no me necesitan.
Aunque yo prefiero salir, coger aire, mirar al público a los ojos y comenzar a
entretejer esa aventura emocional a través de las palabras. Prefiero seguir siendo el
anfitrión de esa complicidad, de esa intimidad afectiva que nos obsequia la Narración
Oral en cada acto. Y espero seguir, al menos, treinta años más, navegando con mis
historias a bordo de los escenarios.
